domingo, 25 de enero de 2009

La evaluación psicológica en el campo laboral



¿Qué es?

La evaluación psicológica (también llamada "psicotécnica") se utiliza:
  • En selección de personal, como parte del proceso antes del ingreso de un candidato a una empresa en calidad de empleado.
  • En evaluación de personal, cuando los candidatos son parte de una firma y se pondera su desempeño a fin de promocionarlos o reubicarlos en otro sector.
En esta ocasión nos centraremos en el primer caso (dejemos el segundo para otra oportunidad).

¿Qué obtiene la empresa?

La evaluación psicológica busca conocer las aptitudes, características y competencias de las personas. Brinda información sobre la manera en que un candidato va a desempeñarse en un puesto de trabajo, qué se puede esperar en cuanto a su rendimiento y la forma de resolver los problemas que se le presenten.

La riqueza de la información y su utilidad pragmática ha hecho que en los últimos años la mayoría de las empresas soliciten este tipo de evaluación.

Constituyen un ahorro de tiempo, energía y dinero ya que así pueden tenerse en cuenta las características de los postulantes a fin de sopesar si son los adecuados para los puestos a cubrir o tareas que se necesitan implementar.

También sirven para evaluar si, por su personalidad, los candidatos son compatibles con el grupo de trabajo que ya está en funcionamiento y se podrán integrar al mismo.

Brindan información útil para liderar mejor a las personas que constituyen el capital humano de una compañía; de esta forma pueden propiciar el contexto más favorable para su buen desempeño.

En definitiva, se evita así el perjuicio que implica incorporar empleados que por sus aspiraciones o características no tendrán el rendimiento esperado, o que luego de un tiempo han de renunciar por no sentirse a gusto en el puesto que ocupan. El objetivo es conseguir al mejor o al más adecuado para cada puesto laboral.

Un beneficio adicional es que al utilizar este tipo de evaluaciones se evita incorporar personas dañinas para la comunidad de trabajo, aquellos que son manipuladores y por ende a la corta pero en general a la larga, provocan problemas (entre ellos el mobbing o acoso laboral que implica violencia psicológica y en muchas ocasiones pérdidas económicas a consecuencia de juicios)

Dependiendo del puesto que ocupará el candidato, la evaluación buscará evaluar específicamente las competencias pertinentes para un desempeño exitoso.

Una evaluación psicológica se compone de una entrevista y una batería de Test que se ajuste al candidato (su nivel cultural, la forma en la que se pueda expresar mejor, un test al que no esté habituado, etc) buscando así obtener determinada cantidad y calidad de información.

Los informes, dependiendo de las necesidades de la empresa, pueden ser sintéticos o extensos, con menor o mayor información. La clave de un buen informe radica en no expresar las conclusiones con términos técnicos. El informe cumple su propósito si está redactado en un lenguaje sencillo y puede ser comprendido sin ambigüedades por cualquier persona que lo lea. Debe centrarse en lo que es útil en el ámbito laboral y no adentrarse en aspectos de la vida privada del postulante que no han de interferir con su desempeño (aun cuando en la evaluación se haya indagado en su vida personal al solo efecto de comprender mejor sus motivaciones, historia, etc.)

¿Cómo lo enfrentan los candidatos la evaluación?

Es cierto que ellos llegan a la cita casi por obligación, están buscando trabajo y esto forma parte del proceso de ingreso, no son ellos los que piden la evaluación. Algunos nunca han tenido contacto con un profesional de la psicología, pero como muchos en Buenos Aires están en análisis (y se observan los beneficios de psicoanalizarse a la luz de los resultados de la evaluación!) se sienten cómodos en este momento.

En mi experiencia son pocos los candidatos que vienen con resistencia u hostilidad a la evaluación y si lo hacen, cambian de actitud apenas se distienden. Suele ocurrir que encuentran la situación interesante, tanto sea por los Test o por la entrevista que se transforma en una charla grata para muchas personas. Muchos gerentes y profesionales incluso me agradecen lo interesante de la conversación que tuvimos sobre su vida, sus experiencias.

Cuando el evaluado se distiende depone su actitud alerta y ocurre que tras un par de horas de trabajo preguntan "Cómo??!! Ya terminamos?" y algunos incluso protestan por tener que marcharse.

M. Rau

sábado, 10 de enero de 2009

El trabajo de un duelo

No es tan frecuente que un sujeto consulte a un psicoanalista tras la muerte de un ser querido. Sin embargo ahí estaba Carla, jurándome una y otra vez que no tendría más hijos.

Era una mujer joven. Viajaba muchos kilómetros para acudir a nuestra cita. Mientras trabajábamos su hijo de 8 años la esperaba tras las puertas del consultorio. Junto a un andén, del otro lado del conurbano, la aguardaba su esposo para que no llegara sola a su casa.

Ana, su hija menor, había muerto hacía más de un año luego de luchar contra el cáncer desde sus 6 meses. Su segundo cumpleaños fue festejado en terapia intensiva, estaba tan dolorida y desfigurada que apenas podía sonreír y susurrar.

Desde que Ana murió Carla se había aislado, no se sentía a gusto con su marido, solo reñía con él. Su pequeña la había abandonado y esto le impedía disfrutar de los que seguían estando junto a ella.

El proceso del duelo (palabra que significa "dolor") se inicia tras cada pérdida significativa. Tratándose de muertes las estadísticas hablan de 2 años para tramitarlas y aunque no siempre sucede, nada dicen de los sujetos y sus desgarros en el proceso.

La muerte de un ser amado deja un agujero en lo real. Se trata de una falta irreemplazable, el mundo entero queda trastornado por esta ausencia. La muerte viene sin que se la llame y ninguna explicación alcanza o conforma a quien sufre.

Es necesario un trabajo psíquico para que un sujeto pueda volver a tomar las riendas de su vida, pues sintiéndose abandonado se siente también un poco muerto. Para que recupere el interés en el mundo se requiere del trabajo del duelo. Se trata de un proceso mediante el cual hay que consumar la pérdida por segunda vez. El agujero en lo real debe ser autenticado pieza por pieza en el universo simbólico.

Esto quiere decir que lleva un tiempo y un arduo esfuerzo verificar día a día la ausencia del ser querido. Quien está en duelo ya "no le hace falta" a quien falleció. Perdió al ser amado y perdió también algo de sí mismo.

La muerte no se acepta fácilmente. Al principio incluso se sigue hablando de quien ha muerto en presente, como si viviera. "Siempre me dice...", "él opina que..." Más adelante se corrige el tiempo verbal, pero esto no significa que se haya aceptado la muerte del otro y que no suscite emociones como miedo, enojo, pena, etc.

Los ritos funerarios favorecen la inscripción de la pérdida (diferente de la mera ausencia) que después se deberá elaborar. Aunque inconfeso, es frecuente que se alucine al ser querido, que reaparece en escena durante los primeros tiempos bajo la forma del fantasma. Es algo común en nuestra cultura. El film "Bajo la arena" (Sous le sable, de François Ozon) nos presenta el drama de una mujer cuyo esposo desaparece misteriosamente en el mar; el director es meticuloso en su presentación de un duelo no consumado tras una muerte sin inscripción en el campo de lo simbólico.

Pero volvamos a Carla. Pasó un tiempo hasta que pudo comenzar a contarme cada detalle relacionado con la enfermedad, los padecimientos y la muerte de Ana. Antes se aseguró que pudiera soportarlo y sostenerla. No era algo fácil de largar, tampoco era algo fácil de escuchar.

No hay palabra posible que esté a la altura de la significación en estos casos. Por eso aquella joven mujer se llamaba al silencio.

Una palabra no estará a la altura, pero muchas, si.

"No quiero olvidar", me dijo. "No debe hacerlo", respondí. Todos le decían que debía dejar atrás el pasado y olvidarse de su hija. La sorprendió que mi sugerencia vaya en sentido contrario. Yo no quería que olvide, quería que me cuente.

En nuestros encuentros se impuso el tiempo del decir. Al final Carla continuó con las marcas de esta dolorosa experiencia pero sin quedar prisionera en ellas.

Al ir tramitando la muerte de su hija fue redescubriendo la presencia de su hijo. Paralelamente cesaron las riñas con su marido y comenzaron a compartir charlas y encuentros. Más adelante aun, recibió con mezcla de temor y alegría una noticia: estaba embarazada. Ahora, lejos del punto en el que se encontraba cuando vino a verme, deseaba correr el riesgo, sabiendo que nada le aseguraba que las cosas fuesen perfectas. Decidió no interrumpir este embarazo.

Para entonces me mostraba las fotografías de Ana ordenadas cronológicamente desde su nacimiento hasta la semana previa a su muerte. Fueron encuentros duros. A estas alturas ya no tenía aquellas pesadillas en las su hija le pedía ayuda. Ahora cuando soñaba con ella la veía bien; un día soñó que se despedían, que su hija se iba al cielo y le pareció buena señal. Ya no se despertaba angustiada en medio de la noche.

No mucho después dimos fin a nuestros encuentros, el trabajo había terminado. Tras la última sesión programada, cuando abandoné el consultorio esa misma noche me sorprendió encontrarla en la calle. No fue casualidad. Lucía me esperaba junto a su hijo y su marido. Aun quería mostrarme algo antes de la última despedida: "quería presentarle a mi familia". La había recuperado y quiso incluirla en nuestra historia.

Se cree en la muerte como accidente del destino. ¿Y el destino de quien debe hacer el duelo? Se supone que aquello pasará. Sin embargo si el duelo no se lleva adelante hasta el final, hay consecuencias. Faltan ganas de vivir, falta empuje para emprender desafíos nuevos, el deseo queda suspendido. Detenerse en los significados del término "suspendido" permite apreciar la magnitud del efecto en juego. Reprobado, eliminado, colgado, interrumpido, castigado, desautorizado, paralizado, demorado, apartado, roto, embargado... El deseo "suspendido" lleva a estar medio muerto o al menos bastante comprometido.

M. Rau


Entrevistas de selección, como actuar



A diario recibo a personas que buscan un nuevo empleo. No es infrecuente que me quede pensando en lo que sucede durante las entrevistas, pero contaré de ello en otra ocasión.

Oigo y leo seguido que cuando se busca trabajo hay que caerle bien al entrevistador. Dicho así, pareciera que el asunto se tratara de una cuestión subjetiva, de simpatía.

Personalmente empatizo con las personas y sus historias. ¿Significa eso que son buenos candidatos? No. El mejor candidato es el más adecuado para el puesto que se necesita cubrir.

No importan mis gustos personales. En selección de personal los buenos candidatos no son aquellos que quisiéramos tener de amigos, sino aquellos que pueden satisfacer las expectativas del cliente.

Con frecuencia amigos y conocidos me preguntan, "¿qué debo decir para tener mayores portunidades en una entrevista?"

Lo mejor es que se relajen, sean honestos, den respuestas bien justificadas, expliquen adecuadamente lo que se les pregunte, escuchen al entrevistador, no traten de caerle bien ni ser simpáticos a la fuerza, sean puntuales y vistan acorde al trabajo para el que aplicaron su currículum vitae.

Quienes hacemos selección estamos entrenados para prestar atención a todo lo que se dice en una entrevista. Esto incluye lo que se dice con palabras o actitudes, en serio o en broma, a través de anécdotas u opiniones.

Lo mejor es que sean sinceros y se muestren como son ya que si intentaran dar una imagen distorsionada a la larga o a la corta entrarían en contradicción o tendrían dificultades para explayarse libremente sobre los temas que surgen en la conversación.

Buscar empleo es trabajoso, ¿por qué hacerlo más complicado?

M. Rau