lunes, 23 de febrero de 2009

Sobre las soposiciones y los malentendidos

Dentro de tantas historias diferentes que uno escucha de sus pacientes pude hallar una generalidad. Algo que encontré en todos ellos sin excepción: padecen "el mal de la suposición".

Vienen y relatan lo que otros le han hecho y siempre suponen un sentido sobre ese accionar. Cuando les pregunto cómo llegaron a esa conclusión, si es que le preguntaron al otro en cuestión o si es una deducción a la que ellos mismos arribaron, allí mis pacientes con argumentos de lo más razonables siempre confirman que es una conclusión construída sobre la base de lo que ellos fantasean, no sobre una charla sostenida con el otro... y así van alejándose de las razones del otro en realidad.

Algunos pacientes van luego a preguntarle al otro en cuestión, y allí se encuentran con que las razones de ese otro no son exactamente las que ellos suponían en un principio.

Aquello que es tan sencillo como ir primero y preguntarle al otro -sea pareja, hijo, padre, amigo- sobre la causa de un accionar que nos afectó en lugar de comenzar a suponer y a mortificarnos y enojarnos, no es algo que hacemos con frecuencia... sino piense Ud. que me está leyendo cuántas veces le pasó lo que aquí hoy describo.

Si la próxima vez va y pregunta quizá se evitaría disgustos! Muchos de los problemas de relación se fundan en malentendidos que no son aclarados oportunamente y sobre ellos se tejen más malentendidos hasta llegar a afectar permanentemente la relación.

Lic. Liliana Schiavone

martes, 17 de febrero de 2009

Sobre reencuentros en internet

Chateando con un amigo que vive en el exterior comencé a contarle de mi vida, de los 25 años que pasaron desde que nos vimos la última vez... él se sorprendió por cómo yo hablaba de mis sentimientos como si fuesen actuales, en aquellos recuerdos que le relataba. Me preguntó si aun seguían afectándome, por la forma en que subjetivaba mis relatos.

Reflexionando sobre esta observación me di cuenta que no puedo hablar de mi desde lo anecdótico únicamente, pues lo que sentí en cada momento de mi vida fue lo que me convirtió en la persona que soy actualmente. Soy producto de mi historia pero principalmente de cómo mi historia impactó en mi.

Los psicoanalistas afirmamos que todo recuerdo es encubridor, es una construcción y tratamos de indagar lo que desde el sentido común se denomina el "sentido oculto", al igual que en los sueños, lapsus, olvidos y otras formaciones del inconsciente. Con respecto a los recuerdos allí solemos separar las imágenes que los conforman del afecto del que fueron acompañadas en aquel momento, así es que recordamos sin volver a sentir el dolor o amor o tristeza que sentimos en ese entonces. Eso es lo que hace que nos sea tan fácil olvidar, no hace falta olvidar el suceso en sí si logramos separarlo de la sensación que lo acompañaba, pues ya no despertará ningún efecto sobre nosotros!!

Un día en una sesión de análisis mi analista me dijo algo así como que a mi me fallaba el olvido... los dos nos reímos sobre su interpretación, era una verdad muy obvia pero era fuerte decirla y escucharla. Creo que esa es la explicación de mi buen amigo sobre mi forma de relatarle mi vida para que pueda conocerme aun hoy a la distancia y después de tantos años.

Liliana Schiavone

domingo, 8 de febrero de 2009

Búsqueda laboral: hay que tener en cuenta lo que pide el aviso

Es bastante frecuente que quienes están en búsqueda de un nuevo trabajo envíen sus currículums en forma masiva a cuanto aviso o dirección de correo encuentren.

Ocurre entonces que cuando son convocados a una entrevista no saben muy bien por qué canal llegaron allí. Esto es relativamente fácil de solucionar preguntando al respecto: por ejemplo qué firma los convoca, cuál es el puesto a cubrir, etc.

Algunas personas llegan bien informadas a la entrevista, o saben perfectamente de qué se trata la búsqueda en curso porque se la hemos recordado en detalle. ¿Cómo se explica entonces que no lo tengan en cuenta?

Cierta vez entrevisté a una joven mujer para un puesto de ejecutivo de cuentas en una importante entidad financiera. Cuando llegó su turno de hablar, -pues se trataba de una entrevista grupal- explicó con claridad y muchos detalles cuánto detestaba el trabajo estructurado y estar encerrada en una oficina. Fue un encuentro muy divertido porque la joven era realmente encantadora e hizo reír con su estilo al resto de los participantes. De seguro era excelente en situaciones donde podía utilizar sus habilidades y sentirse a gusto, pero mostró que este puesto le provocaría gran sufrimiento e incomodidad.

En otra ocasión buscaba un administrativo con estudios en el área contable. Tenía en entrevista individual al candidato que de acuerdo a su currículum se ajustaba al puesto. Sin embargo me explicó que no le agradaba la contabilidad sino coordinar personas en ventas y atención al público. Divino! pero no era lo que el cliente necesitaba en ese momento.

Cuando una persona busca empleo no tiene manera de saber el perfil que se necesita cubrir, pero sí es conveniente que tenga en cuenta lo que se publicó en el aviso pues la mayoría de las veces se detallan las tareas que deberá realizar. También es recomendable escuchar al entrevistador prestando atención a la información que transmite.

Es mejor planificar una búsqueda de empleo, respondiendo a avisos que sí resultan interesantes o acordes a lo que se está buscando. De lo contrario el riesgo es que se desperdicie tiempo y esfuerzo solo para sentirse en movimiento.

M. Rau

lunes, 2 de febrero de 2009

Ceder angustia


El título de estas jornadas me llevó a pensar qué había de común entre el síntoma y el fantasma. Finalmente allí se podría incluir todo lo que el psicoanálisis tiene para enseñarnos. Podría decirse que por sus coordenadas un psicoanálisis comienza su andar y también que por allí pueden leerse sus conclusiones.

Un análisis transcurre en un tiempo transitado varias veces, un tiempo que comprende los de la infinitud de sus comienzos y los de la finitud de sus finales. Es un tiempo fragmentado, propio de la apertura y cierre del inconsciente, que implica varios momentos.

¿Qué decir del tiempo que se repite?

El tiempo que se repite es el del encuentro con lo real, con lo imposible, con lo traumático, con el sin sentido. La particularidad de este encuentro es que para lidiar con lo real se apela siempre a las mismas estrategias proporcionadas por el fantasma y el síntoma. Resulta así que el sujeto está apresado, congelado, en una temporalidad que ya no es azarosa. Es el tiempo del surgimiento de la angustia.

De la angustia tras la que el sujeto se parapeta se sale a condición de asirse a un deseo y en este sentido el deso resuelve la angustia.

Hay un tiempo de la repetición pero puede haber también un tiempo diferente, nuevo, distinto.

Para que este surja el analizante deberá ceder su angustia; no solo apaciguarla sino dejarla caer, desprenderse de su cobijo. Es lo que Lacan señala debe ocurrir durante un análisis al decir que el neurótico no quiere dar sino que quiere que se le suplique. Así, habría que enseñarle a dar su angustia. Cito: "es tan cierto que de eso se trata, que igualmente todo el proceso, toda la cadena del análisis consiste en el hecho de que al menos da su equivalente, de que comienza por dar un poco su síntoma" (Lacan, Seminario X, Clase del 02/12/1962). Tres años antes, dictando su seminario sobre la ética, Lacan decía que analizante deberá haber pasado al término del didáctico por la "hilflosigkeit", el desamparo en donde no puede esperarse la ayuda de nadie, experiencia previa al desarrollo de angustia que lo señala (Lacan, Seminario 7, Paidós, 1988, p.362)

Es decir que el analizante deberá experimentar justamente aquello de lo cual su angustia lo protege; deberá actualizar, volver a consumar, una pérdida.

El tiempo en el que el analizante se encuentra atrapado en los comienzos es el de no querer saber nada respecto de aquella pérdida mítica en la que se constituyó. El síntoma es una tentativa fallida de elaborar lo que existe fuera del sentido. Acaba conmemorando enigmáticamente al trauma, lo revive, lo recuerda, lo atesora, intenta atemperarlo. Si Freud definió al trauma como perturbación económica del aparato psíquico, con Lacan podemos decir que el trauma es lo real que no logra ser atrapado en la trama del sentido. Al lugar de esta trama para el sentido que falta, irá el fantasma.

Los tiempos del síntoma, los tiempos de las fases del fantasma, son los que el analizante se la pasa repitiendo, por los mismos lugares, con las mismas artimañas. Cuando menos por un tiempo.

No es el mismo tiempo el de la pérdida constitutiva del sujeto, que el de la pérdida que habrá de ser consumada en el transcurso de un análisis. Una y otra pérdida difieren, uno y otro tiempo también. Entre la pérdida en que el sujeto se originó y la pérdida que deberá re-experimentar, se ha erigido el muro de su yo, llámense ideales, señuelos, o de cualquier otra forma. Se ha abonado el sentido cuya consistencia proviene de la exclusión de lo real, aunque éste de todas formas se invita solo a la fiesta.

Esta actualización de la pérdida, este consentimiento a ella, no se da de una sola vez, también lleva un tiempo. Pero entonces es un tiempo 2. Si llamáramos tiempo 1 a aquel que se repite circularmente, este tiempo 2, cual fashes, hace vislumbrar otras respuestas ante lo imposible, otros destinos, otros desenlaces. Es un tiempo que no es pasado sino uno que va siendo.

Si en los comienzos de un análisis, se trata siempre del tiempo que se repite y que ahora nombramos tiempo 1, aquí en lo que hemos llamado tiempo 2, la repetición no está asegurada. Se trata entonces de ir haciendo la diferencia dejando a un lado la seguridad de lo conocido, dando espacio a la invención.

De cuánto un sujeto ama su síntoma vale como ejemplo la indicación que recibí durante una primer entrevista. Luego de explicar detalladamente aquello que lo desgarraba añadió "vos arreglame todo lo que me tengas que arreglar, arreglá todo lo que esté mal, menos este tema que te acabo de decir".

En cuanto a ese tiempo nuevo que hemos llamado tiempo 2, diré que esto -del orden del final de análisis- no es algo que ocurra únicamente en los tramos finales de una cura puesto que hay algo de los finales que se pone a rodar desde los inicios y se va presentificando cada vez un poco más.

De lo que en los inicios de un análisis anticipa algo de los finales, valga otro ejemplo. Se trata de un hombre de 57 años a quién atendí durante un año en un servicio hospitalario. Se presentó diciendo que "no podía tomar decisiones", mientras tanto iba perdiendo cosas. Al tiempo de iniciar su análisis pudo recuperar mucho de lo que había perdido, también comienza a tomar decisiones y a estas alturas dice "antes estaba prisionero, asfixiado, pero ahora estoy contento de vivir". En nuestro último encuentro me sorprenden sus palabras. "Ahora cambió todo; ahora se que tengo heridas internas, se que las tengo y se donde están. Me di cuenta de eso pero no desaparecieron, solo las recorrí un poco y van a seguir destilando pus. Eso antes me invadía y yo quería taparlas como con un parche, un apósito. Ahora se que están ahí y que de vez en cuando van a drenar. No están curadas, pero ahora estoy alertado de eso". Estas palabras, me parece son la confirmación de un cambio ya acaecido. En esto que el dice haber recorrido se anticipa algo del fin, algo de un tiempo donde lo contingente tiene un lugar, donde puede surgir lo novedoso.

Para concluir. En los inicios de un análisis hay un tiempo tanto actual como pasado, es decir un tiempo apresado, detenido, inapropiado. Hay hacia los finales un tiempo a ser creado en cada partida con lo que se ha dejado caer, un tiempo re-inventado, un tiempo no condenado a la era de lo impropio. Ceder angustia implica ceder ese objeto innombrable cuya función es la de ser causa del deseo.

M. Rau

Versión del trabajo presentado en las Jornadas "Síntoma y Fantasma" del Instituto de Estudios Psicoanalíticos, 2002. Texto orginal publicado en Acheronta Nº 16